VILLA DOLORES TIENE MAGIA

MARTINA…SE FUE EN NAVIDAD
DRAMA
A veces la “causalidad”, me lleva a escribir historias o mejor dicho a completar algunas que escribí hace algunos años y nunca publiqué.
Hace algunos días, salía del Centro Médico de Villa Dolores, y me dirigía hacia un negocio ubicado en la esquina, a comprar alguna bebida. El calor era intenso. Cuando un señor me alcanzó y me preguntó:
-¿Usted escribe cuentos y luego los sube a Internet?
-Bueno, sí- respondí sorprendido- ¿Usted los lee?
-Si y me gustan mucho, especialmente el modo en que escribe, cuando los leo me parece estar conversando con algún amigo, el lenguaje que emplea es el que utilizamos todos.
-Es verdad, podría utilizar mas metáforas e incluso expresarme de otro modo, pero prefiero hacerlo así, creo que facilito el trabajo del lector.
-Yo estuve internado en El Liqueño- me dijo de pronto.
La verdad es que me tomó de sorpresa su confesión, me detuve en medio de la vereda mirándolo como atontado, y le dije:
-¿Acepta que lo invite con una cerveza?, allí, enfrente, en la Estación de Servicio.
-Bueno, encantado, la verdad es que me vendrá muy bien, hace mucho calor.
Cruzamos calle Sarmiento, e ingresamos al fresco local. Me sentía muy entusiasmado, el Convento Padre Liqueño y sus historias, siempre me intrigaron, sobre todo luego de la tragedia del año 1986, y si este hombre se había manifestado como ex interno del mismo, seguramente quiere contarme alguna historia para que la publique.
Compartimos dos horas de charla y tres cervezas. Mi compromiso: cambiar los nombres de los protagonistas y enviárselo para su aprobación. Pero vamos a los hechos.

Todo comenzó, cuando Doña Irma, como se la conocía en el barrio, concurrió al consultorio del dentista con una molestia en una muela. El Profesional, luego de trabajar en su boca, le preguntó si no conocía a alguien que le hiciera la limpieza en la casa, el vivía en Córdoba, y viajaba todas las semanas para atender su consultorio en Villa Dolores. La señora, entusiasmada, le contó que tenía una hija de trece años, que era una niña muy laboriosa y que a lo mejor le podría servir. El hombre le pidió que se la envíe al día siguiente para conocerla y ver como trabaja, agregando, que si le gustaba le pagaría muy bien por sus servicios.
La señora regresó muy entusiasmada a su casa, comentó el caso con su esposo, quien estuvo de acuerdo, necesitaban otro ingreso de dinero en la casa, luego llamaron a Marta (su nombre se fue modificando a través del tiempo), quién se puso muy contenta y prometió hacer las cosas del mejor modo posible.
Al día siguiente, muy temprano estuvo Marta en el consultorio del Dentista. Grande fue su sorpresa cuando el mismo le alcanzó los elementos de limpieza, la casa tenía pisos de mosaicos y ella nunca había utilizado un baño instalado, en su casa solo había un agujero en el suelo, protegido de miradas indiscretas por tres paredes de chapa, y una bolsa que hacia las veces de puerta.
Miraba desorientada para todos lados, no sabía por donde comenzar. Facundo se dio cuenta de cual era el problema y le habló con paciencia:
-No te preocupes Martita, seguramente tu casa no es como ésta y no sabes por donde comenzar. Escúchame que yo te voy a explicar.
Pacientemente, el hombre le fue enseñando, y quedó sorprendido de la inteligencia de la niña, quien aprendía con inusual rapidez. También notó que usaba la misma ropa todos los días, por lo que tomó la decisión:
-Martina- le dijo- voy a llamar a una señora amiga que vende ropa a domicilio, y te voy a comprar algunas cosas.
Marta aceptó entusiasmada, cada día que pasaba se sentía mas contenta y feliz de haber encontrado ese trabajo.
Al día siguiente, llegó la persona que vendía ropa. Facundo fue eligiendo algunas prendas y la niña se fue probando. Allí fue cuando se dio cuenta de que Marta era muy linda y muy desarrollada para su edad. Cuando la señora se fue, le pidió que se probara algunas prendas, y al mirar su bello cuerpo de mujer, sus instintos se dispararon. Se acercó a la niña y comenzó a acariciarla, a quitarle la ropa, y ésta no reaccionó, no comprendía bien lo que ocurría pero le gustaba. El Dentista le hizo muchas promesas y la convirtió en su mujer.
El tiempo pasó, hasta que un día Facundo se dio cuenta de que el cuerpo de Martina se había modificado, estaba más gordita y le había crecido el abdomen. Su preocupación fue grande, le pidió a la niña una muestra de orina y la llevó a analizar, comprobando que estaba embarazada. No le contó el resultado, solo le dijo que todo estaba bien, pero su comportamiento cambió notablemente, hasta que una mañana, cuando Marta llegó a la casa a trabajar, ésta estaba cerrada. Espero algunas horas en la puerta, hasta que una vecina le contó que la noche anterior el Dentista se había mudado, que vino un camión y se llevó todas las cosas. No podía creer lo que escuchaba, y no sabía que hacer, pensó que seguramente Facundo se comunicaría con ella, pero pasaron los días y no tuvo mas noticias. A todo esto, la madre se dio cuenta de que el cuerpo de Marta se había modificado, y luego de algunas preguntas, comprendió que estaba embarazada. La llevó al Hospital en donde le confirmaron la noticia, regresaron a la casa y cuando llegó su marido le contó lo que ocurría. La reacción del padre de Marta fue muy violenta, les propinó una tremenda paliza a las dos mujeres, culpando a la madre por lo ocurrido, tomó un cuchillo y salió de la casa para buscar a Facundo. Por supuesto de que no lo encontró, nadie conocía el destino de la mudanza, aunque algunos mencionaron de que posiblemente se mudara a Buenos Aires, en donde tenia parientes en una ciudad en donde podría trabajar.
El hombre regresó a la casa, tomó todas las cosas de su hija, las envolvió en una sábana y la echó de la casa. Martina, cubierta de moretones, arrastró el atado con su ropa hasta la casa de su abuela, en donde consiguió un alojamiento precario.
Dos meses después nació Javier, quien se criaría en la casa de su abuela.
El panorama futuro de Martina era bastante oscuro, recién cumplía catorce años y ya tenía un niño. Las palizas que le propinó su padre y las preocupaciones en una niña de su edad, comenzaron a deteriorar su mente. Para algunos muchachos, ella era una mala mujer y la trataban como tal. Así fue que pocos meses después quedó nuevamente embarazada.
Yo conocí a Martina, cuando una de sus paradas era al lado de los baños de la Estación del Ferrocarril, incluso, recuerdo que solía esconderse en una pequeña casilla de ladrillos, donde seguramente alguna vez funcionó un motor para subir al agua, al tanque de hierro que se encontraba al lado de los baños.
No podría contar cual fue el motivo por el cual Martina se convirtió en una especie de prostituta, ofrecía sus servicios por un alfajor o un paquete de cigarrillos. Contaban que fue varias veces violada por pandillas de muchachones, golpeada y robada. Creo que sufrió todas las humillaciones imaginables. Con el tiempo también fueron llegando más hijos, hasta que un médico en el Hospital se apiadó de ella, y cuando la atendió en el quinto parto, le hizo una operación para que no volviera a quedar embarazada. Posiblemente una ligadura de trompas.
Javier, el único a quien Martina reconocía como hijo, muchas veces seguía a su madre de lejos, con el ánimo de protegerla de posibles ataques de vándalos. Así fue que una noche, en que él caminaba con un caño de plomo en su mano, un grupo de chicos un poco mayores que él, atacaron a su madre burlándose de ella, la tomaron del cabello y la tiraron al suelo, momento en que sufrieron el ataque de Javier, que con una furia inusitada para su edad, repartía golpes e insultos a los agresores de su madre. Pronto quedaron cuatro muchachitos tirados en el suelo, mientras el resto trataba de ponerse a salvo de la furia de Javier.
Mas tarde la policía, actuando con mucho cuidado por tratarse de un menor, llegó hasta la casa de los padres de Martina, le contaron al padre lo que Javier había hecho, y le pidieron que los acompañara con el niño hasta el edificio Policial.
No era la primera vez que Javier agredía a alguien, que a su criterio a veces y por observación directa otras, ofendían a su madre, había intervenido en esas ocasiones lesionando a algunas personas.
Alguien sugirió la conveniencia de su internación en un convento que se encontraba en plena Pampa de Achala, a más de dos mil cien metros de altura, el cual estaba administrado por la Orden de los Franciscanos, y tenía la merecida fama de recibir a niños de conducta complicada y sin recursos. El comisario, quién confesó ser amigo del padre Giménez, administrador del colegio, se ofreció para tratar de lograr que lo acepten en ese lugar.
En los primeros meses del año 1986, Javier fue llevado hasta el colegio y dejado en él. Los niños se acercaban riendo y jugando a conocer al nuevo compañero. Javier ya había sido asesorado de cómo debía ser su comportamiento para no pasarla demasiado mal. Pero los niños son niños, y las picardías siempre están a la orden del día. Me cuenta Javier que le escupían el mate a las maestras, cuando ellas los mandaban a cebar, que se escapaban y le robaban caramelos, cigarrillos, y algo para comer, al almacén que había al lado del convento, que tenían una chozita junto al edificio, en donde se escondían a fumar y tramar echurías, pero lo mas grande que hicieron, fue cuando le sacaron las tapitas de corcho a las botellas de salsa, las pintaron con cal y las mezclaron con las hostias el domingo que fueron visitados por los estudiantes de Córdoba. Recordaba con una sonrisa la jarana que produjo ver a los estudiantes escupir las obleas, y la cara del cura, primero de asombro y luego de furia. Los tuvieron arrodillados sobre maíz durante largas horas, hasta que llegó el momento de ir a la cama sin comer. Los castigos eran duros, sobre todo para niños de su edad, que se encontraban lejos de su familia y con una comprensión diferente de las cosas. Ninguno era malo e inmanejable porque si, siempre existió un motivo.
La tarde del martes 23 de setiembre de 1986, el miró a los cinco chicos desaparecer entre las piedras de la montaña, caía la tarde, estaba frío y parecía que iba a llover. Horas después regresó Carlos, quien contó que los otros cuatro habían continuado la caminata, pero que a él el frio y la lluvia lo vencieron.
A la mañana, cuando se levantaron, se sorprendieron al ver el paisaje cubierto de nieve. Esa noche había caído una de las más grandes nevadas tardías de los últimos años, y había sorprendido a los niños fugitivos en la oscuridad de las sierras, sin ropa ni calzado adecuado. Su vestimenta era apta para el verano. Algunas veces, desde la ciudad vienen vehículos y mucha gente que les regala ropa, calzado y algunas veces también juguetes, pero cuando ellas se iban, las maestras les quitaban todo y se lo llevaban. Luego Javier me contó:” recuerdo una noche, en que uno de los niños se levantó de la cama, y en el oscuro salió al pasillo para dirigirse al baño, cuando regresó contó que el cura había entrado en el dormitorio de una de las maestras, seguramente para confesarla sin que nosotros la viéramos”, los mas grandes nos reímos a carcajadas, era bastante pícaro el “padrecito”.
Cerca del mediodía, comenzaron a llegar vehículos de la policía y otros más que no recordaba, pero mucha gente salía a caminar las sierras en la búsqueda de los cuatro niños. Los encontraron seis días después, en un lugar alto, seguramente para protegerse de los animales que en su imaginación los acechaban, abrazados, tratando de infundirse calor, congelados y con su escaso abrigo a la vista.
Ya nada fue igual en el Liqueño, el trato fue mas suave, se fueron algunas personas y llegaron otras, muy seguido los visitaba gente de la ciudad que les hacía preguntas sobre el trato recibido, tenían mejores ropas y zapatillas, pero nunca se pudieron olvidar de: Oliva, de 9 años, de Villa de las Rosas, Peralta de 11 de Villa Dolores, Rodríguez de 11 de Santa Rosa del Conlara y Gil de 9 años, de San Pedro (los niños de hielo).
Cuando Javier regresa a Villa Dolores, ya no encuentra a su madre, o quizás, según sus palabras tampoco salió a buscarla.
Yo recuerdo, que una noche en que Martina se había pintado exageradamente la cara, lucía sus ropas más vistosas, y cargaba su cartera, se sentó a orillas de la fuente de la Plazoleta del Ferrocarril, como todos la llamábamos. Fumó un cigarrillo tras otro, pero los clientes no llegaban. Pronto se dio cuenta de que ésta era una noche diferente, que los clientes no vendrían. De pronto el cielo comenzó a iluminarse de bellas luces de colores, y ella levantó los brazos y comenzó a correr por el centro de la calle, gritaba y saltaba disfrutando de una inusitada alegría, hasta que llegó a la Plaza Sarmiento, ya muy cansada, se sentó en la escalinata del Rosedal de calle Jesús Vidal, y nunca mas se supo de ella. Cuentan que el duende de ese Rosedal, la llevó a Oliva y la dejó internada en ese edificio tan especial que alberga a los que perdieron la razón, que Martina se levantaba todas las mañanas y bailaba recorriendo los jardines del Nosocomio, sintiéndose un Ada o una mariposa, hasta que una mañana ya no despertó.

TITO MUÑOZ

VILLA DOLORES TIENE MAGIA

Considero necesario aclarar, que las narraciones que se publicarán bajo éste título, pretenden reflejar el contenido de las leyendas que identifican a Villa Dolores como una ciudad con magia. Contienen nombres reales de personajes que viven o vivieron en nuestra ciudad, y no existe intención de ofender o molestar a familiares o personas que se sientan involucrados, solo intento evitar que estas historias se pierdan en el tiempo, y tratar de inmortalizar a sus protagonistas.

Plaza Sarmiento

Cuenta una leyenda, que los grandes troncos, de los cuatro Palo Borracho, los árboles que rodean al busto de Domingo Faustino Sarmiento, en realidad, no son simples troncos cubiertos de grandes espinas, esos troncos, cubren la puerta de ingreso a otra dimensión, una dimensión desconocida por la mayoría de los habitantes. En las noches de luna creciente, se encienden los ojos del prócer, y escudriñan el lugar, en busca del próximo cliente para enviar a la zona de misterio.
Recuerdo que cuando leí la leyenda, pasé muchos días y largas horas escondido, mirando hacia los árboles, con la esperanza de contemplar el momento en que alguien fuera “succionado” por alguno de los troncos. Recuerdo una siesta de mucho calor, cuando ya estaba por regresar a mi casa, vi pasar al Negro Beto con un martillo en la mano, y dirigirse al tronco de uno de los árboles, con la clara intención de quitarle alguna de sus grandes espinas. El Negro se acercó decidido, sin vacilaciones y comenzó a elegir la espina a quitar. En un momento el tronco se abrió y el Negro cayó en su interior. Se cerró inmediatamente, y nunca más volví a ver a éste muchacho.
Corrí inmediatamente hasta el árbol, y sin acercarme demasiado giré a su alrededor, no había señales ni rastros de lo que acababa de contemplar.
Corrí hasta el busto de Sarmiento y lo contemplé largamente, pero su cara de piedra permaneció inmutable, pero cuando me retiraba, me pareció ver una sonrisa en su rostro, giré inmediatamente y continué mirándolo por largo tiempo, pero no pude ver nada más.
Debo aclarar, que el Negro Beto no era santo de mi devoción, en una época de mi niñez, jugábamos al futbol en la calle, frente a mi casa, y luego de cada partido el Negro nos pegaba a todos los que pudiera alcanzar. Un día, luego de un partido, el Negro vino a pegarme, intenté escapar, cuando vi a mi padre en la puerta de mi casa mirándome:
-Tenés que defenderte o siempre te pegará- me gritó.
Fueron palabras mágicas, me volví y lo ataqué furiosamente. Le pegué hasta que las manos se me adormecieron. El lloraba desconsolado, y en ese momento me sentí muy triste. Yo poseía un buen físico, pero era muy bueno, no quería pegarle a nadie, no quería pelear, y no sentí satisfacción, solo tristeza. Igual el Negro no volvió a intentar agredirme. La vida de los varones, no siempre fue fácil, había que disputar el lugar que ocupábamos, pero los detalles son para otro cuento.
Pero fue esa noche que jamás olvidaré, el sábado en que María de los Ángeles se casó con mi amigo Pedro. Todos conocían mis sentimientos hacia esa bellísima mujer, y aunque parezca increíble, fui invitado a su casamiento. No voy a relatar los sentimientos encontrados, mi dolor, mi sufrimiento. No presencié la ceremonia porque no podía soportarlo. Fui directamente al lugar en que se realizaba la fiesta y allí esperé la llegada de los novios. Había poca gente, la mayoría estaba en la iglesia, así que aproveché para probar el cóctel de bebidas que con hielo, colmaba un enorme recipiente de vidrio, colocado estratégicamente cerca de la entrada. Me ofrecieron algunos bocaditos, pero no acepté, me di cuenta de que no podía comer nada. Pronto se escucharon las bocinas de los autos, hubo mucho movimiento de gente que salía, otros entraban, y en un momento más, los recién casados ingresaban a la fiesta. Saludaban a los presentes y luego mi amigo Pedro, levantó el velo que cubría la bella cara de María de los Ángeles y le dio un beso en los labios, acompañados por el aplauso de los invitados.
Juré tomar un vaso del cóctel por cada beso que se dieran. Llené un vaso y lo bebí sin respirar.
Me senté junto a otros invitados, en un lugar desde el cual podía mirar a la mujer de mis sueños, y cada vez que se besaban yo vaciaba un vaso de la dulce bebida.
Llegó el momento del baile, se retiraron algunas mesas, creando el espacio necesario, y los novios iniciaron el baile. Pronto se formó una fila de candidatos para bailar con la novia. Yo apuré otro vaso de cóctel y empujando, me ubiqué en un lugar privilegiado detrás de los padres. Cuando llegó mi turno las piernas me temblaban. Tomé la mano de Mariangeles, como yo la llamaba, quise pegarla a mi cuerpo, pero el codo de su brazo izquierdo me lo impidió. Comenzamos a bailar, y yo sentía que mi corazón estaba a punto de estallar. Había preparado, ensayado y memorizado lo que iba a decirle, pero no lo recordaba, quería declararle mi amor, decirle que ella era la mujer de mis sueños, de mis ilusiones. Nos mirábamos a los ojos, mientras ella se dejaba llevar. Respiré profundamente y pensé, “lo que la mente no me provee, seguramente lo hará mi corazón”, de pronto recordé las palabras de un amigo correntino cuando se declaró a su esposa, y mirando a sus los ojos le dije:
-“Guaina, yo te quiero y que mierda…..mi corazón se caga a golpes dentro de mi pecho por Usted carajo”.
Ella abrió desmesuradamente los ojos, y soltó una dolorosa, tremenda e insensible carcajada. Me separé, di media vuelta y me retiré de la fiesta apresuradamente, no quería que me vieran llorar. Caminé hasta la Plaza Sarmiento y me senté en el tronco del legendario Ombú a llorar mi dolor.
Fue entonces que el tronco del árbol se abrió y apareció una hermosa, bellísima muchacha, cubierta por una blanca túnica transparente, que dejaban ver su físico perfecto. No voy a negar que me asusté muchísimo, pero ella se sentó a mi lado, acarició mi cabello y me dijo:
-No sufras por lo que no tiene solución, solo debes desear que tu amada sea feliz.
-Siempre las palabras del que no sufre, parecen contener el remedio o la solución fácil y sensata, pero claro, es muy fácil cuando no se vive o no se está pasando por la misma situación, y lo que más me duele es que se casara con mi amigo Pedro, siempre fue un irresponsable.
-No en éste caso, María de los Ángeles está embarazada y él es el padre del bebé.
Juro que la sorpresa fue tremenda.
-No puedo creerlo, y eso como ocurrió.
-Te explico, a veces un hombre y una mujer se encuentran en algún lugar adecuado, se acarician, se besan…
-No, ya se como se hacen los bebés, lo que no entiendo es como no me di cuenta.
-Todavía no se le nota, pero en unos meses ya podrás ver su pancita creciendo.
-¿Y tú quien eres, de donde saliste?
-Yo soy “Cristal”, y vengo de otra dimensión a buscarte, aquí sufres mucho, y salí del tronco del Ombú, esta es la puerta de salida.
-¿Y la puerta de entrada es por el Palo Borracho?
-Correcto.
-No comprendo.
En ese momento pasaba el “Rompe Cadenas” y ella lo saludó efusivamente.
-¿Lo conoces?
-El es de los nuestros, hace el trabajo pesado, fue dotado de buen físico para que pueda realizarlo, hay algunos que no quieren entrar y debemos traerlos a la fuerza.
-¿Y hay mas de Ustedes por aquí?
-Si, ahora te muestro algunos- y me tomó del brazo y comenzamos a elevarnos. De pronto estaba volando sobre la ciudad y no sentía miedo, la mano de “Cristal” me brindaba una seguridad que hacía tiempo no sentía.
-¿Ves a ese que corre por allí?
-Si, es “Antonito, el de las Jarillas”
-Correcto, el vende jarilla y algún otro mejunque que alivia algunos males.
-¿Y a ese lo conocés?
-Santo Domingo, quién no lo conoce.
-El recorre las calles, divierte a la gente y nos trae información de la Policía.
-¿No puedo creerlo, y hay algún otro?
-Si claro, mira a ese.
-Timoteo Bustos, claro, como no voy a conocerlo.
-El posee una armónica mágica, con eso que parece una escupidera, es una caja de resonancia, interpreta canciones que ayudan y llegan al corazón de las personas que sufren. Pero volvamos que se hace tarde, está amaneciendo y pronto llegarán los obreros que trabajan en la plaza.
Regresamos al Ombú, y miré los ojos de “Cristal”, sentí que su mirada tocaba mi corazón herido.
-¿La leyenda de los Rosedales de esta plaza, también son ciertos?
-Si por supuesto, pero ven, acerquémonos hacia un Palo Borracho, debemos irnos.
En ese momento tocan mi hombro, y escucho la voz de un hombre:
-Joven despierte, debe alejarse de aquí, tenemos que regar las plantas.
Era uno de los placeros. Me levanté de un salto y mire hacia todos lados, “Cristal” ya no estaba, giré alrededor del ombú y no había rastros de ella, corrí hacia los Palo Borrachos y nada, me paré frente a Sarmiento y nuevamente creí ver una sonrisa en su rostro. Todo estaba normal, ¿había soñado?, no lo creo, todo fue muy real, y bueno, seguramente me acostumbraré a vivir en éste lugar tan lleno de leyendas, porque… VILLA DOLORES TIENE MAGIA.

EL LUNES ME HAGO LA RABONA

Anécdotas del Secundario

Todo estaba tranquilo, ya tenía novia, el secundario no parecía tan difícil, pero, como se le ocurre a la vieja ésta tomar prueba de historia. Estoy seguro de que existe algo, una ley, o, no se que, pero alguna norma que no lo permite. No puede ser, recién comienzan las clases y ya nos comienzan a tomar pruebas. Habían transcurrido solo dos semanas desde el inicio de las clases. Primer año del secundario. No pueden permitir que con tan pocos días de clases, ya nos comiencen a torturar. No, ya lo tengo decidido, el lunes es la prueba, yo me hago la rabona.
A quién le importa eso de las Guerras Médicas, que los médicos se peleen todo lo que quieran, y los Fenicios, los Asirios, los Persas, los Musulmanes, los Mongoles a quién le importan, a mi lo que me preocupa son los vagos del “Barrio la Carbonilla”, que me corren hasta el Hotel Sierras Grandes cada vez que paso por allí, además yo quiero ser “Ferroviario” como mi papá.
Esta será mi primera vez y debo preparar todo cuidadosamente, no dejar nada librado al azar. En la bolsa para comprar el pan, pondré un diario en donde envolveré el guardapolvo, uno o dos bollos de pan, una lata de picadillo, dos huevos cocidos, un poquito de sal y el cortaplumas, no se para que esto si yo nunca como en la escuela, pero hay que ser precavido, por si las moscas, diría un amigo. Todo debe salir perfecto, dicen que la primera vez no se olvida jamás, no se si se referirá a las rabonas pero igual trataré de que todo salga bien. Ahora debo estudiar “como, adonde y por donde”, o sea, adonde iré a pasar el tiempo, como iré, seguramente caminando, si salgo con la bicicleta despertaré sospechas, por dónde, esto si es muy importante, debo esquivar los domicilios de los profesores, nadie debe verme.

Con todo rigurosamente planificado, el lunes salí de mi casa una hora antes. Por calle Hormaeche caminé rápidamente hasta la avenida San Martín, doblé
a la izquierda y crucé la calle, en la esquina con calle Italia, los ladrillos apilados en la vereda, para construir el nuevo edificio de Correos, me sirvieron de refugio para sacarme el guardapolvos, lo guardé con cuidado en
la bolsa y continué caminando hacia El Espléndido. Al llegar vi que había poca gente, una mesa ocupada por el Calilo, el Zurdo y el Sinfonía jugando al “Tute remate”, un poco mas allá, el Cabezón Rosales hablaba de motores con el Roly, mientras el Loco Abrile los observaba atentamente, sentado en el suelo junto al Rengo Félix.
Desde la calle llegó el sonido de un automóvil que se detenía, era el Land Rover de la policía. Como un rayo me dirigí hacia el baño, desde donde podría espiar por una rendija de la puerta. Se bajó un policía, entró al edificio y miró un largo rato para todos lados.
¡Que lo parió!, ya me estaban buscando.
Me di cuenta que ese lugar no era seguro y tome la decisión de dirigirme hacia el río. Compré un atado de “Saratoga” en el kiosco de Darío y cuando voy a salir, veo a la Cocha en la esquina despidiéndose de la Turca, la profe de Física. Para colmo ésta seguía el mismo camino que yo debía recorrer. Esperé a que se alejara un poco y la seguí a la distancia. Cuando entró a su casa, pasé corriendo frente a la misma, para no darle tiempo a reconocerme, luego pasé junto a la casa del Lito Leaniz. En la vereda del frente el petizo Verolé había desarmado una moto en la vereda y me miraba con curiosidad.
Me interné entre la frondosa vegetación (un yuyal que se la llevaba pu…), cuando de pronto escucho unos gemidos y jadeos. Me acerqué muy lentamente y pronto pude ver dos guardapolvos colgados en una rama y en el suelo estaba el (censurado), con la (censurado), haciendo (censurado). Los observé por un largo rato (esto estaba mas lindo que una película de la Sarli) y luego continué mi camino.
Caminaba a orillas del río Los Sauces, buscando un lugar para recostarme un

rato cuando los vi, dos policías a caballo se aproximaban. Seguramente me andaban buscando.
Apresuré el paso tratando de alejarme siguiendo el curso del río, pronto el césped (la gramilla) desapareció y para evitar dejar huellas en la arena, me saqué el pantalón y el calzado y caminé por el agua. Poco después tuve que salir porque me estaba congelando los pies.
Cuando llegué a la Pintada, desde lejos pude observar que sobre el tubo que cruza el río, había un uniformado con un arma larga. No podía creerlo y me estaba preocupando, ¿tanto lío por una rabona?
A pocos metros ingresé por un estrecho sendero que se abría hacia la derecha, y al llegar al alambrado perimetral, me senté sobre una piedra a pensar, mientras sacaba los huevos, la sal y el pan, para reponer energías. Al rato, recordé haber estado en una fiesta de cumpleaños cerca de donde me encontraba. Un embole total esa fiesta, la mayoría gente grande, bailando pasodobles y bebiendo sin control, para colmo muy poca comida, tuvimos que tomar prestadas dos robustas batarazas, del gallinero del fondo, y alejarnos del lugar caminando por angostos caminos. Recuerdo que regresamos con las gallinas y nos fuimos directamente hacia la cocina de los amigos Asia, pero al llegar nos encontramos con que ya estaba ocupada. Eran muchos los que estaban allí. El Jorge Aguilar desgranaba una zamba que todos coreaban. Esto tenía pinta de seguir hasta la madrugada. Nos fuimos a la casa de Jorge Oviedo, en donde las cocinamos a la olla, solamente con un puñado de sal. Salieron muy ricas o teníamos demasiado hambre, por poco nos comemos los huesos también. Pero ahora me sentía mas tranquilo, ya sabía por donde seguir.
Terminé con los huevos, y rápidamente me dirigí hacia el canal revestido, siempre con la precaución de no ser visto desde las casas.
Al llegar al canal, tuve que desviarme hacia las sierras, porque había gente desmalezando las orillas. Pensé en caminar hasta el terreno del aeropuerto, y

desde allí regresar a la ciudad por alguno de los poco transitados senderos que cruzan los campos.
Me sentía cansado, para colmo, para llegar al aeropuerto, tuve que cruzar abriéndome paso entre la tupida maleza espinosa que lo rodea. Me arden los
brazos y las piernas, estoy raspado por todos lados, por suerte me cubrí la cabeza con la bolsa en la que llevo el guardapolvo.
Encontré una acequia y me tiré en el suelo, boca abajo, a tomar agua, que rica y fresquita.
Me di cuenta de que se hacía tarde, y decidí comenzar a correr. Pronto pasé frente al hangar del Aeroclub, ya faltaba poco para la calle. En ese momento ocurrió, un dolor lacerante, punzante, que retorcía mis intestinos me detuvo en seco, no podía creerlo, la naturaleza llamaba pero no había elegido el mejor momento. Crucé el alambrado y por un estrecho sendero, llegué hasta un sauce. Las contracciones eran cada vez mas frecuentes. Subí con cuidado al árbol, me bajé la ropa y…en una explosión de felicidad, sentí el alivio inmediatamente. Luego de unos minutos, bajé del árbol, y observé que la fauna autóctona había huido, ni hormigas quedaban, ¡que curioso! Dejé de pensar en ello y continué corriendo, pronto llegué a la Casona, al lado de Obras Sanitarias. Ya me sentía en la civilización.
Luego de un trote sostenido llegué a mi casa. Me sentía destruido, todo raspado por las plantas espinosas y cubierto de tierra. Nunca pensé que hacerse la rabona fuera tan complicado, ¿será por eso que pocos lo hacen?
Busqué el rociador que utiliza mi madre para planchar la ropa, y luego de colgar cuidadosamente el guardapolvos de una percha, lo mojé para que se planchara durante la noche, lustré los zapatos y luego de una ducha reparadora me fui a la cama quedando profundamente dormido.
Al día siguiente, llegué a la escuela como de costumbre, pocos minutos antes de que suene el timbre. Me acerqué a un grupo de compañeras que charlaban animadamente, y Cristina Checa, al verme me dice:

-¿Qué día ayer, por suerte atraparon a los delincuentes?
-¿Qué delincuentes?
-Los que se fugaron de la Policía, por eso no hubo clases, nos mandaron a todos a la casa- dijo Mamina Funes.
-¿Y la prueba de historia?
-La toma ahora, en la primera hora.
En ese momento el timbre llamaba a formar.

TITO MUÑOZ

A VECES

A veces, estoy cansado y busco mi refugio. Ocupo mi sillón favorito, busco la música que siempre me acompañó en mis sueños: Ray Conniff, Percy Faith, Andre Costelanetz, Fausto Papetti, Wegner Muller, Caravelle etc., y permito que la sublime melodía de sus canciones eleven mi alma, me lleven a volar, a soñar, a meditar.
A veces estoy cansado, y la vida me pide que sea el muro de contención, sin darse cuenta de que estoy derrumbado, me pide que sonría en momentos en que quisiera llorar. No se porque alguien durante mi niñez, me dijo que los hombres no deben llorar, pero yo a veces también estoy triste y las lágrimas brotan incontenibles rodando por mi mejilla, mientras siento que lavan mi alma y mi corazón.
A veces siento que da lo mismo vivir que estar muriendo, a veces me doy cuenta de que no puedo decir todo lo que siento o pienso, a veces alguien me dice:
-Tienes que vivir tu vida, tienes que dejar a tu familia hacer su vida, tú ya les diste todo lo que podías, ahora ya no son tu responsabilidad- y yo me quedo en silencio, mirando el rostro de quién me habla y pienso:
-Pero si la vida es amor y mi amor es mi familia, porqué no puedo disfrutarla y ayudarla mientras pueda, que sería de mi vida sin amor, quizás sería como una primavera sin flores, un amanecer sin luz o un cielo sin estrellas.
A veces me rebelo ante tantas sugerencias y consejos, de quienes creen que viven mas felices que yo, que pueden aconsejarme o sugerirme como debo vivir, ellos conocen la llave de la felicidad, pero viven solos, sin responsabilidades, sin nadie a quien amar, sin nadie que los ame, a veces me dicen la felicidad es opcional, ¡que estupidez!, a lo mejor les falta la explicación de cómo se hace, o quizás no publicaron aún el manual, y yo pienso, pobres, no saben que yo viajo mas lejos y mas rápido que ellos, que conozco el mundo, lugares e historias que ellos nunca siquiera imaginarán, que éste es mi mundo y en él soy feliz.
A veces recuerdo algún almuerzo con personas muy humildes, que abrieron la puerta de su precaria vivienda y me invitaron a su mesa, compartimos el pan caliente, alguna torta al rescoldo, huevos fritos o algún fiambre de su elaboración, todo ofrecido espontáneamente con amor, y que nunca me atreví a rechazar por temor a ofender, a que crean que rechazo la invitación por no sentirme cómodo en su pequeño mundo. Si supieran que fueron momentos inolvidables, escuchar sus historias y compartir su mesa el mejor regalo de la vida y que la mayoría desconocen.
A veces debo ser fuerte aunque me tiemblen las piernas aunque ahora, los que buscan mi apoyo, lo hacen con cautela, sienten que ya estoy viejo y creen que me pueden dañar. No saben lo gratificante que es sentir que aun importas, que te consideran, que te tienen en cuenta que no te ignoran.
A veces miro a los jóvenes vivir sin sueños, pensando que no tienen futuro, pero no hacen nada para cambiar su destino y solo sobreviven al día a día, envidiando a quienes lograron cumplir sus metas luchando, trabajando, estudiando, sienten envidia y terminan decepcionados y algunas veces caen en la drogadicción.
A veces vi a algún amigo fumando un “porro” y le pregunté porqué se droga, entonces me contestó:
-Probá, veras lo bien que te sientes, en unos minutos estarás volando, conocerás mundos que no sabes que existen. Yo lo miro y callo, mientras pienso:- Amigo, no sabes que yo no necesito droga para volar, yo conozco lugares e historias que tú jamás imaginarás, yo cada vez volaré mas lejos, en cambio tú caminas hacia el momento en que ya no podrás levantar el vuelo, entonces, que será de ti amigo.
A veces siento que la vida me premió con una esposa ejemplar, con una hermosa familia a la que supe cuidar y le di lo mejor de mi, pero ya se aproxima el momento de mi partida, no se cuando será, si muy pronto o si aún quedan algunos años, no lo sé, pero si estoy seguro de haber cruzado la línea media. Sonrío porque recuerdo que alguien me tildó de pragmático, y quizás tiene razón, siempre fui práctico, no me agradan las vueltas ni rodeos, siempre fui de frente, seguramente a veces me criticaron por ello, porque hay quienes prefieren la mentira, el engaño o las falsas respuestas.
A veces miro a mis seres queridos tropezar con la misma piedra una y otra vez, entonces pienso, no es tan importante que caiga tantas veces, lo realmente importante es ver que vuelve a levantarse, entonces me siento satisfecho y callo, permanezco en silencio y solo observo, me doy cuenta de que aprendieron la lección y sonrío.
A veces miro el mundo y pienso, en que momento todo cambió, en qué momento se perdieron los valores, los proyectos, los sueños, la esperanza, la solidaridad, en que momento los hombres comenzaron a comportarse como simples animales y responden a sus instintos sin pensar, en que momento se perdió el juego del amor, en que momento las ilimitadas ansias de poder y de dinero reemplazaron al placer de ayudar a quién lo necesita, de ver y disfrutar de un niño que juega feliz, en que momento el orden se perdió, los códigos se olvidaron y una guerra no convencional se extendió por todo el planeta.
A veces me pregunto, en qué momento las niñas cambiaron sus muñecas por bebés que crían sus padres, rifando su futuro y el de su inocente hijo.
A veces me pregunto, porqué la mujer permitió que se cambiara su imagen por la de un objeto sexual, y se perdieran los inolvidables juegos del amor, de la seducción y del romanticismo que iluminó nuestra adolescencia.
A veces me pregunto, ¿cuando el hombre se olvidó que su madre es mujer, que su hermana y su novia también?, y ejerce sobre ellas la violencia que su fuerza le permite, sintiéndose o creyendo que es de macho hacerlo, sin darse cuenta que no es mas que un cobarde maricón.
A veces escucho a los políticos y sus falsas promesas de igualdad social, de una vida sin necesidades, mientras los únicos que consiguen un futuro de riqueza y de poder son ellos, pero no es lo que digan lo que me preocupa, lo extraño es que a pesar de los años de continua mentira y frustración, les sigan creyendo. ¿Qué ocurrió con las facultades intelectuales, seguiremos culpando a los niveles de educación?
A veces me pregunto, porqué quienes ocupan cargos públicos, no son los mejores habitantes de los pueblos, los solidarios y venerables vecinos, de una ciudad. Porqué hoy los políticos son gente que no trabaja, que dedican su vida a vivir del fruto, del esfuerzo del pueblo al que engañan, y le dicen que le hacen el favor de dedicar sus esfuerzos e inteligencia para su bien. A veces pienso que éstas personas se sienten privilegiados por un ser superior, que los dotó de la capacidad necesaria para beneficiar a un pueblo empobrecido, humillado, sin luces, al que le robaron sus sueños, sus proyectos y su futuro, pero solo son un grupo de despreciables serviles de otro político, con mayor cargo, que los humilla y los trata como al pueblo que ellos dirigen.
A veces estoy triste, otras veces contento, a veces disfruto de un dulce dolor y pienso, escribo…pero solo a veces.

TITO MUÑOZ

JOAO

“JOAO”
Aclaración Importante: En mi afán por relatar historias, historias que rescato en parte, de mi memoria, observación, escuchando relatos populares, o simplemente imagino, en algunas oportunidades me veo impedido de hacerlo por temor a incurrir en plagio, pero esta pequeña historia, QUE NO ES MIA, la deseo compartir porque me gustó, sencilla, sin metáforas, sin golpes bajos, una historia en la que el personaje, un niño pequeño, utiliza, la magia, los sueños, la credulidad y el asombro, todo eso que lo que define como niño, la extraje del fragmento de una película, de la cual no conozco el título, el director o autor, solo pude ver una parte y hoy trato de transmitirla, imaginando lo que no pude ver.
– . –

Un grupo de cineastas europeos, filmaba un documental en la ciudad de Rio de Janeiro, más precisamente, en zonas cercanas a las pobres viviendas de una favela.
Una tarde cualquiera, una actriz, protagonista de la dramatización del filme, decide salir a caminar en la búsqueda de un teléfono público, ya que las comunicaciones con su familia, agotaban rápidamente el saldo de su celular, y había descubierto que llamando de un teléfono público era mucho mas barato. Así llega a una ruinosa galería, al pié de un cerro cubierto de precarias viviendas, y allí, adherido a una pared, había un teléfono. Camina hacia él, y cuando llega muy cerca, aparece un niño pequeño, sucio, cara cubierta de pecas, pobremente vestido, de abundante y enrulada cabellera, de grandes ojos celestes, que le impide el paso, mientras le dice algo en su idioma, señalando el teléfono, pero ella no entiende, no habla portugués. Se retira del lugar y regresa luego en compañía de un colega que comprende el idioma.
-Otra vez Usted, no le dije que el teléfono no funciona, está roto- gritó el niño.
Rápidamente Hans, tradujo a su compañera lo que el niño decía.
-Dime pequeño, ¿Cómo te llamas?
-Joao, pero dígale a esa mujer que no se puede usar mi teléfono.
-¿Por qué no quieres que utilicemos el teléfono?
-Porque estoy esperando una llamada muy importante.
Hans introdujo su mano en el bolsillo y luego la extendió hacia el niño:
-¿Quieres un dulce Joao?
-Bueno- respondió con gesto de alegría, desarmando rápidamente el envoltorio que lo cubría.
-Joao, ¿puedes contarme de quién esperas una llamada?
-De Jesús.
-¿De Jesús? ¿Dijo de Jesús?- preguntó Jennifer, señalando el cielo con un dedo.
-Si, escúchame Joao, ¿De cual Jesús me hablas, de ese que tiene barba y el pelo largo hasta los hombros?
-Si de ese, del Jesús del nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo.
-¿Y como sabes que el te llamará?
-Porque el me lo prometió.
-¿Tu hablaste con Jesús?
-Si, si tu quieres hablar con él te doy el numero.
-¿Y tú tienes el número de teléfono de Jesús?
-Si, es este- respondió sacando un papel cuidadosamente doblado de su bolsillo.
Hans copió el número, luego los actores se miraron, y decidieron despedirse:
-Joao, nosotros nos vamos, no utilizaremos tu teléfono, la llamada que esperas seguramente es muy importante, pero ¿puedo tomarme una fotografía junto a ti?, para recuerdo.
El niño accedió y Jennifer tomó varias fotos.
Caminaron algunas cuadras en silencio, y de pronto los dos tuvieron la intención de hablar el mismo tiempo:
-¿Qué piensas de esto?
-Este niño me tocó el corazón- respondió Hans- debemos hacer algo.
-Estoy de acuerdo, durante el almuerzo plantearemos el tema y veremos quien se ofrece a ayudarnos o aporta alguna idea.
La situación de Joao preocupó a muchos, y sugirieron algunas ideas.
Jennifer, tomó la iniciativa de los pasos a seguir:
– Bien, haremos lo siguiente: yo tengo el número del teléfono público en donde se encuentra este niño, lo obtuve con una foto que le tomé al lado de Hans. El locutor del filme, tiene la voz indicada para llamar a Joao, y averiguar que le ocurre.
A todo esto, Hans se había comunicado con el teléfono que Joao le dio:
-Es una grabación- dijo- comienza diciendo que tú te has comunicado con Jesús, el hijo de Dios, y luego te ofrecen ayuda y te dicen que te llamarán, es una de esas tantas iglesias o sectas que abundan por aquí.
El director del Filme, decidió que debían ubicarse en algún lugar, fuera de la vista de Joao, y filmar lo que ocurriría cuando recibiera la llamada de “Jesús”, con la idea de incorporar el episodio al documental.
Se trasladaron al lugar y montaron cámaras que ocultaron dentro de un camión, entonces el locutor marcó el número del teléfono de Joao. Cuando éste sonó, el niño pegó un salto, buscó un cajón y se subió a él para alcanzar el aparato.
-Hola, ¿Joao?
-Si soy yo, ¿habla Jesús?
-Si Joao, soy yo- con su mejor voz a la que le agregaron resonancia, Friens se comunicaba con Joao.
-Jesús, ¿por qué te demoraste tanto en hablarme?
Toda la compañía escuchaba atentamente el diálogo.
-Es que estaba muy ocupado Joao, piensa en cuanta gente necesita de mi ayuda, te pido disculpas, pero…explícame que es lo que te ocurre.
-Pero si tu papá es Dios, ¿por qué no te da ayudantes?
-No es posible Joao, yo soy el hijo de Dios, soy el único que puede ayudar, ¿comprendes?, pero cuéntame, que te ocurre.
-Desde que murió mi mamá, mi hermano mayor quiere que salga a la calle a trabajar, a robar, a vender chucherías y drogas, y yo no quiero, se que eso no está bien, y recuerdo que a mi papá lo mataron cuando vendía drogas, entonces el me pega y dice que va a matarme, por eso me fui de la casa.
-Esta muy bien, has tomado la decisión correcta Joao, yo te voy a ayudar, ahora debo cortar, me llaman de muchos lugares, pero muy pronto te vuelvo a llamar.
-No te demores tanto como ahora.
-No Joao, quédate tranquilo que muy pronto te llamo, pero si necesitas comunicarte nuevamente conmigo, debes hacerlo al número que ahora te doy, ¿tienes como anotar?
-Si, espera- dijo Joao entusiasmado mientras buscaba un trozo de ladrillo para luego escribir rayando la pared.
Todos quedaron en silencio mientras el camión regresaba al edificio que los alojaba.
Luego de un largo debate, decidieron elevar el caso a la embajada alemana, ya que alguien recordó que existe ayuda del gobierno alemán, en algunos países de Sudamérica.
El embajador los recibió y escuchó atentamente, luego les informó que en Rio de Janeiro, existe una institución financiada por el gobierno alemán, en donde se aloja a niños de la calle y se les enseña alguna profesión. Luego se comunicó con el encargado, de nombre Emmanuel, y le explicó minuciosamente el caso, a fin de no entorpecer la labor iniciada por los cineastas. Una vez organizados, y desde la misma embajada, el locutor llamó a Joao:
El niño atendió inmediatamente:
– Hoja Jesús.
-Hola Joao, atiende bien lo que voy a decirte, en un rato un automóvil pasará a buscarte y te llevará a un lugar en donde encontrarás a otros niños como tú, eso si, te ruego que te portes bien y obedezcas lo que Emmanuel, un empleado mío te dirá. Bueno Joao, pórtate bien, y en cualquier momento te vuelvo a llamar.
-Chau Jesús, yo sabía que no me podías fallar.
Todo salió a la perfección, Joao fue alojado en el Instituto Alemán, el documental finalizó y el equipo regresó a Alemania.
Pasó el tiempo, y un día el Locutor recibe una llamada en su teléfono celular. Se sorprendió porque observó que el número tenía la característica de Brasil:
-Hola- respondió con curiosidad.
-Hola Jesús.
-¡Joao!, que agradable sorpresa.
-No, soy Pedro, un amigo de Joao, el me contó que habla contigo y me dio tu número.
-Esta bien Pedro, ¿Cuál es tu problema?
-Sabes Jesús, yo necesito una bicicleta y mi amigo Hugo una pelota de fútbol, también…..

TITO MUÑOZ

NAUFRAGOS DE LA VIDA
Marcelo, con sus manos aferradas a los gruesos barrotes de la ventana, contemplaba como la tarde rendía su luz pintando de rojo el horizonte, recordó que cuando niño, su abuelo decía que al día siguiente haría calor y no llovería, los pájaros retrasados apuraban su vuelo para regresar al nido antes de que la noche los desoriente, y como todos los días, una planta que nunca pudo ver, esparcía el perfume de sus flores, activando recuerdos de su lejana juventud. Elevó un poco su mirada, y creyó ver a una estrella apresurada que encendía su luz parpadeante, como si temiera que otra ocupara su lugar. Soltó los duros barrotes mientras pensaba que quizás esa era el lucero, y al volver la mirada hacia la puerta, se encontró con la imagen de Roberto, el sacerdote que había prometido compartir alguna de esas noches, el insomnio que de algún modo los unía.
-Hola Roberto, que sorpresa, no esperaba que regresaras.
-Espero que la sorpresa esté acompañada con un poquito de alegría.
-No lo dudes, pero pasa por favor, ¿quieres sentarte sobre la cama o en la silla?
-Prefiero la silla, traje el equipo de mate, me viene bien la silla junto a la mesita.
Dicho esto, se acomodó y puso los elementos que traía sobre la pequeña mesa. Abrió un paquete y sacó algunas tortitas de hojaldre para acompañar el mate.
-¡Feliz Navidad Marcelo!
-Gracias Roberto, ¿Cómo te permitieron entrar a esta hora?
-Llamé por teléfono, pregunté si todos habían recibido visitas en este día, y bueno, me dijeron que vos estabas solo y me vine, pero puedes llamarme padre, como todo el mundo.
Marcelo permaneció algunos minutos en silencio mirando fijamente al sacerdote:

-Por favor no te ofendas, pero yo tuve un padre maravilloso, una persona que se fue temprano, pero a quién nunca olvidé, el trabajaba en el ferrocarril, era maquinista, y siempre recuerdo ese olor tan particular que tenían sus ropas cuando regresaba de algún viaje, olor a hierro caliente, a grasa y aceite pesado, a carbón de piedra, al perfume de los campos que recorrían los trenes, detalles que siempre estarán en mi memoria, y yo no puedo llamarte padre, Roberto, no se, es algo mas fuerte que mi voluntad.

-Tranquilo Marcelo, me gusta ese amor por tu padre, quédate tranquilo, no me molesta, pero contáme como fue tu día.
-Bueno anoche miré por la ventana las luces de los fuegos artificiales, escuché las explosiones, algunas bocinas de automóviles, y me acosté a recordar algunas navidades que pasé junto a mi familia.
-Tú tienes cuatro hijos, ¿verdad?
-Si, tres varones y una mujer.
-¿No te visitan Marcelo?
-Hace mucho tiempo que no los veo, es que la vida ha cambiado mucho, ahora tienen que trabajar muchas horas para mantener a su familia, la vida es más complicada, las ocupaciones y responsabilidades no les dejan tiempo libre para venir a visitarme.
-¿Te sientes culpable?
-No lo se, a veces lo pienso, en realidad lo pienso mucho, pero no los culpo, llego a la conclusión de que deben ser responsables con las familias que formaron.
-¿Son todos casados?
-Los varones si, de mi hija no se nada, hace unos quince años que no la veo, ya debe tener veinticuatro años, era muy bonita cuando pequeña.
-¿Ella te culpa de algo?
-Creo que todo se relaciona con la muerte de su madre, yo estaba trabajando en la fábrica, aún faltaban varios días para el parto, cuando me avisaron que mi esposa había muerto, ella tenía una anemia muy alta y en el parto, tuvo una hemorragia que no pudieron detener, eso le produjo un shock hipovolémico y finalmente la muerte, no supieron darme datos del bebé, pero yo tomé la moto enloquecido y salí a toda velocidad hacia el hospital, a las pocas cuadras tuve un tremendo accidente, choqué contra otro vehículo. Perdí el conocimiento y no recuerdo nada mas, no se cuanto tiempo estuve internado, de operación en operación, terapias y rehabilitación, mientras mis hijos afrontaron solos toda la adversidad que de pronto los golpeó. Yo no pude volver a trabajar, y con los años conocí a mi hija, ya tenía cinco años, mi cuñada la trajo para que me conociera, para que conociera a su padre. La emoción y la sorpresa fueron tan grandes, que me produjeron un ACV, y luego otros años de tratamiento y rehabilitación y aquí estoy, charlando con vos.
-¿Nunca más viste a tus hijos?
-Si, hace unos diez años, cuando me trajeron a este asilo, me hicieron firmar unos papeles para que ellos pudieran cobrar un dinero que el Estado destina a los minusválidos como yo.
-Bueno, es muy importante saber que se preocuparon mucho por vos, este lugar es muy bueno, limpio, iluminado, con buena atención.
¿Sabes Roberto?, yo soy de los tiempos en que las familias estaban completas, y los viejos morían en sus casas.
-Pero aquí estas bien Marcelo.
-Mis días son muy largos y mis noches muy tristes, no se, quizás la oscuridad no permite que los pensamientos se distraigan, entonces regresan los recuerdos, los momentos felices de la vida y también los momentos tristes, a veces me levanto de la cama y miro por la ventana, entonces trato de adivinar cual de esas estrellas me está esperando, cuando estaba en la otra habitación, que compartía con el Flaco Esteban, la vida se me pasaba muy rápido, entre los dos nos entreteníamos mucho, pero una mañana él no despertó, se fue y me trajeron aquí, a esperar en soledad.
-¿No les permiten tener televisor o radio?
-No, eso no, y lo peor fue cuando se llevaron la biblioteca, ya no tengo esos libros mágicos que me llevaban a lugares que nunca conoceré, ya no viviré esas historias y fantásticas aventuras que imaginaron esos seres tocados por la magia de la creación.
-No te preocupes Marcelo, desde mañana te cubriré con libros y también haré que te traigan el diario todos los días.
-Roberto, tu gesto es maravilloso, pero yo ya no puedo leer, veo muy poco y no distingo las cosas pequeñas.
-Entonces vendré a leerte algunos libros, pero ya no será todos los días, tengo muchas obligaciones, pero siempre encontraré el momento para visitarte.
El sacerdote miró el reloj:
-Bueno, ya es muy tarde, debo irme, he pasado momentos muy lindos en tu compañía Marcelo, ¿lloras mucho?-preguntó de pronto.
-No, o quizás si, pero mis ojos no derraman lágrimas, los náufragos de la vida tenemos los ojos secos.
-,-

Sentido homenaje a los ancianos olvidados, solos, abandonados en geriátricos, residencias, hogares, asilos, ancianos de ojos secos y mirar callado, que esperan en silencio el paso a la eternidad, al olvido definitivo, como aceptando un final nunca presentido.

TITO MUÑOZ

«BETÚN»

Ficción
Cuando niño, todos los veranos viajábamos a la ciudad de Mendoza a visitar a la familia de mi padre. Nos alojábamos en la casa de sus hermanas en Villa Nueva, lugar en donde vivió mi abuela Carmen. Siempre recuerdo esa casa, en la esquina de calle España y López de Gomara, frente a la plaza, mi lugar de juegos favorito. Allí solía ver a un lustrabotas, a quién apodaban “Betún”. A veces, aburrido de mirar los peces de la fuente central de la plaza, me ponía a observar la habilidad con que lustraba los zapatos. “Betún”, siempre serio, concentrado en su trabajo, y otras veces conversando con sus clientes, siempre usaba la misma ropa, la camisa y el pantalón manchados con la pomada que utilizaba en su tarea, un tirador cruzado sostenía su pantalón, de unos talles mayores a su medida, que le llegaban hasta la mitad de su rodilla, calzaba viejos zapatos de incierto color, cubiertos de tierra y un par de zoquetes mugrientos sobresalían apenas de ellos, el cabello despeinado y sucio, parecía un manojo de alambre.
Cruzando la plaza en diagonal, en la esquina de Avenida Libertad y calle Italia, estaba el cine “La Sirena”, llamado así porque con el sonido de una potente sirena, que se escuchaba a gran distancia, anunciaba el inicio de las funciones. Ese domingo proyectaban dos películas en el horario matiné, igual que el cine Español de Villa Dolores, y yo había recogido un panfleto de publicidad, en el cual anunciaban “Los Puentes de Tokorí”, película de guerra en colores, con aviones y barcos, y “Horizontes de Piedra” en blanco y negro. Seguramente fue tanta mi insistencia, que mi padre accedió a que fuera en compañía de mi primo, menor que yo, y compró dos entradas. Esa noche no podía dormir de la emoción, por primera vez iría al cine sin la compañía de una persona mayor, en realidad al matiné concurrían mayormente niños y jóvenes.
Y llegó el domingo, almorcé apurado, aunque aún faltaba mucho tiempo para el comienzo de la función, mi primo finalmente no quiso ir, y luego de arduas negociaciones logré que me permitieran ir solo. Mi madre me dio un puñado de caramelos “Sugus”, y mi padre metió algunas “chirolas” en mi bolsillo. Ya equipado, y luego de repartir besos a todos, inicié mi camino a la “aventura”, primera visita al cine solo y en una ciudad que no era la mía.
Caminaba rumbo al cine por la plaza, cuando vi a “Betún” sentado en un banco, con la cabeza hacia abajo, jugando con un palito, y el cajón de lustrar a un costado. Cuando llegaba a su lado levantó la cabeza y me miró:
-Hola- le dije, mientras observaba que tenía los ojos con lágrimas, y algunas dejaban una marca en sus sucias mejillas.
-Hola-me respondió con voz queda.
Siguiendo un impulso, extendí mi mano y le ofrecí un caramelo, mientras me sentaba a su lado.
-¿Querés un caramelo?
-Bueno- respondió extendiendo la mano.
-¿Te peleaste?- le pregunté.
-No, estoy llorando porque hoy no lustré ningún zapato.
Yo no comprendía la dimensión de su problema, y volví a preguntar:
-Bueno, pero seguro que mañana tendrás más clientes.
-Es que yo tengo que llevar plata a mi casa, para que podamos comer.
-¿Tu papá no trabaja?
-Si pero no alcanza, en casa somos muchos y a veces mi papá no consigue ninguna changa.
-¿Querés ir al cine, tengo dos entradas?- pregunté.
-No yo no puedo, debo buscar trabajo, ¿vos vivís por aquí?
-No, estoy de vacaciones, soy de la provincia de Córdoba.
En ese momento sonó la sirena del cine anunciando el inicio de la función. Metí la mano en el bolsillo y le di las monedas que llevaba:
-Tomá “Betún”, yo no las necesito, a lo mejor te hacen falta.
El me miró y se puso a contarlas, mientras yo apuraba el paso para llegar a tiempo al cine.
La primera película me gustó mucho, las de guerra eran mis preferidas, pero la segunda película fue muy triste, y me hizo pensar en ese lustrabotas de mi edad que lloraba en el banco de la plaza.
Cuando regresé a la casa, me esperaban en la puerta, ya era la hora de la merienda. “Betún” ya no estaba en la plaza. Me senté a merendar mientras mis padres y tíos me observaban, y preguntaron por el resultado de mi experiencia. De pronto recordé al lustrabotas y pregunté:
-¿Porqué los niños tienen que trabajar?
La pregunta sorprendió a todos, y como suele ocurrir en estas oportunidades, los presentes comienzan a recordar que debían hacer algo urgente, y se desparraman alejándose del lugar.
No se, alguien contestó algo, lo cierto es que pocos días después regresamos a Villa Dolores, y no volví a recordar al lustrabotas.
Pasaron dos años hasta que volvimos nuevamente a Mendoza, y lo primero que hice fue mirar hacia la plaza a ver si lo veía a “Betún”. Si, allí estaba, trabajando como lo recordaba, y con dos clientes esperando turno. Esto me puso muy contento, hoy llevaría dinero a su casa.
Mas tarde, vi que estaba solo y me crucé a saludarlo.
-Hola “Betún”, como te va.
-Cordobés, volviste, y te pusiste los largos- me dijo en alusión a mis pantalones.
-Si, ya pasé a primer año, el año pasado no pude venir, ahora vengo por pocos días, debo estudiar, me quedaron algunas materias que tengo que rendir en marzo, ¿y a vos, como te fue en la escuela?
-No, yo no voy a la escuela, yo tengo que trabajar, algunas noches, vamos a una salita del barrio, en donde una señora nos enseña a leer y algunas otras cosas, pero ahora las cosas nos van mejor, mi papá con mi hermano mayor pusieron una bicicletería en mi casa y tienen mucho trabajo. Mañana por la mañana no vengo, le ayudo a mi mamá a hacer velas, ahora que no está mi papá, le ayudo yo.
-Como que no está tu papá, y quién atiende la bicicletería.
-Mi hermano, mi papá chupaba mucho y a veces se iba por varios días, pero un día se fue y no volvió, seguramente volvió a Chile.
-¿Tu papá es chileno?
-Si, creí que te había contado.
-No, no ¿Y para que hacen velas?
-Para alumbrarnos, mi casa está a la orilla de las vías, aquí cerca, pasando el carril Godoy Cruz.
-¿Y como hacen las velas?
-Con el cebo que derrite mi mamá, con la grasa de la carne, ¿vos tenés luz en tu casa?
-Si claro.
-¿Y agua, tenés muchas canillas?
-Si tengo agua, y hay canillas en el baño, en la cocina, en el lavadero, en el patio, si hay varias.
-¿Vos tenés una pieza para vos?
-Si, ¿porqué me preguntas esas cosas?
-Vos sos rico cordobés.
-No, yo no soy rico.
-Pero tampoco sos pobre, una vez me diste plata sin que te la pidiera.
-Si me acuerdo, bueno, yo no la necesitaba pero vos si.
-Claro, total vos le pedías mas a tu papá y el te daba.
-No siempre, a veces no tenía y no me daba.
-Claro, vos sos rico pero no te das cuenta, los ricos no se dan cuenta de lo que tienen, nosotros los pobres si, porque nos faltan muchas cosas, nosotros tenemos una sola pieza para todos, mis cinco hermanos y mi mamá, dormimos en tres camas que están juntas, las separamos de la cocina con una cortina, y no tenemos agua en la casa, la traemos de una canilla pública que hay al lado del ferrocarril, el baño queda fuera de la casa, es una pequeña casilla con un pozo en el medio, cuando llueve o hace frio yo no quiero ir al baño.
Yo estaba muy desorientado y molesto por esta conversación, me daba cuenta de que nunca había entrado en una casa humilde, no sabía como vivía la gente que habitaba esos ranchitos o pobres casitas que veía por la ventanilla del tren, en medio del campo, en zonas semidesérticas algunas, nunca lo pensé y tampoco pregunté. Mi imaginación volaba a medida que “Betún” me contaba de su vida, y una profunda tristeza de apoderaba de mí.
-¿Vos tenés amigos pobres?
-No lo sé, nunca les he preguntado.
-¿A tus amigos los dejan entrar a donde vos vas?
-Si, por supuesto.
-Ves, a mi no, me corren y me hacen pasar vergüenza, me dicen que vaya a bañarme, me tratan de mugriento y algunos tienen miedo de que les robe algo.
Regresé a la casa de mis Tíos, y no volví a ver a “Betún” a pesar de que pasé muchas vacaciones en la ciudad de Mendoza. Solía mirarlo de lejos, pero no quería volver a conversar con él. Tampoco puedo precisar que fue lo que ocurrió en esa última charla, quizás yo no estaba preparado para que alguien me mostrara un mundo que me rodeaba pero que yo no veía, tal vez me molestó darme cuenta o entender que había niños de mi edad que necesitaban trabajar, pero si recuerdo que sentí como un sentimiento de culpa, como si “Betún” me acusara de tener cosas que no me había ganado, como que estaba usando algo que no me pertenecía, no sabría explicar esa extraña experiencia de darme cuenta de cuantas cosas tenía, de lo que disfrutaba como algo natural, de comodidades que consideraba lógicas, razonables, en verdad no lo sé, pero hoy, que los años han pasado, me gustaría saber qué fue del pequeño lustrabotas, quisiera verlo de lejos, no deseo encontrarme con él, no sabría que decirle, y es posible que si no logró salir de su pequeño mundo, de pobreza y frustraciones, me produzca un dolor que no deseo experimentar en estos momentos.

TITO MUÑOZ

NÁUFRAGOS DE LA VIDA

Marcelo, con sus manos aferradas a los gruesos barrotes de la ventana, contemplaba como la tarde rendía su luz pintando de rojo el horizonte, recordó que cuando niño, su abuelo decía que al día siguiente haría calor y no llovería, los pájaros retrasados apuraban su vuelo para regresar al nido antes de que la noche los desoriente, y como todos los días, una planta que nunca pudo ver, esparcía el perfume de sus flores, activando recuerdos de su lejana juventud. Elevó un poco su mirada, y creyó ver a una estrella apresurada que encendía su luz parpadeante, como si temiera que otra ocupara su lugar. Soltó los duros barrotes mientras pensaba que quizás esa era el lucero, y al volver la mirada hacia la puerta, se encontró con la imagen de Roberto, el sacerdote que había prometido compartir alguna de esas noches, el insomnio que de algún modo los unía.
-Hola Roberto, que sorpresa, no esperaba que regresaras.
-Espero que la sorpresa esté acompañada con un poquito de alegría.
-No lo dudes, pero pasa por favor, ¿quieres sentarte sobre la cama o en la silla?
-Prefiero la silla, traje el equipo de mate, me viene bien la silla junto a la mesita.
Dicho esto, se acomodó y puso los elementos que traía sobre la pequeña mesa. Abrió un paquete y sacó algunas tortitas de hojaldre para acompañar el mate.
-¡Feliz Navidad Marcelo!
-Gracias Roberto, ¿Cómo te permitieron entrar a esta hora?
-Llamé por teléfono, pregunté si todos habían recibido visitas en este día, y bueno, me dijeron que vos estabas solo y me vine, pero puedes llamarme padre, como todo el mundo.
Marcelo permaneció algunos minutos en silencio mirando fijamente al sacerdote:
-Por favor no te ofendas, pero yo tuve un padre maravilloso, una persona que se fue temprano, pero a quién nunca olvidé, el trabajaba en el ferrocarril, era maquinista, y siempre recuerdo ese olor tan particular que tenían sus ropas cuando regresaba de algún viaje, olor a hierro caliente, a grasa y aceite pesado, a carbón de piedra, al perfume de los campos que recorrían los trenes, detalles que siempre estarán en mi memoria, y yo no puedo llamarte padre, Roberto, no se, es algo mas fuerte que mi voluntad.
-Tranquilo Marcelo, me gusta ese amor por tu padre, quédate tranquilo, no me molesta, pero contáme como fue tu día.
-Bueno anoche miré por la ventana las luces de los fuegos artificiales, escuché las explosiones, algunas bocinas de automóviles, y me acosté a recordar algunas navidades que pasé junto a mi familia.
-Tú tienes cuatro hijos, ¿verdad?
-Si, tres varones y una mujer.
-¿No te visitan Marcelo?
-Hace mucho tiempo que no los veo, es que la vida ha cambiado mucho, ahora tienen que trabajar muchas horas para mantener a su familia, la vida es más complicada, las ocupaciones y responsabilidades no les dejan tiempo libre para venir a visitarme.
-¿Te sientes culpable?
-No lo se, a veces lo pienso, en realidad lo pienso mucho, pero no los culpo, llego a la conclusión de que deben ser responsables con las familias que formaron.
-¿Son todos casados?
-Los varones si, de mi hija no se nada, hace unos quince años que no la veo, ya debe tener veinticuatro años, era muy bonita cuando pequeña.
-¿Ella te culpa de algo?
-Creo que todo se relaciona con la muerte de su madre, yo estaba trabajando en la fábrica, aún faltaban varios días para el parto, cuando me avisaron que mi esposa había muerto, ella tenía una anemia muy alta y en el parto, tuvo una hemorragia que no pudieron detener, eso le produjo un shock hipovolémico y finalmente la muerte, no supieron darme datos del bebé, pero yo tomé la moto enloquecido y salí a toda velocidad hacia el hospital, a las pocas cuadras tuve un tremendo accidente, choqué contra otro vehículo. Perdí el conocimiento y no recuerdo nada mas, no se cuanto tiempo estuve internado, de operación en operación, terapias y rehabilitación, mientras mis hijos afrontaron solos toda la adversidad que de pronto los golpeó. Yo no pude volver a trabajar, y con los años conocí a mi hija, ya tenía cinco años, mi cuñada la trajo para que me conociera, para que conociera a su padre. La emoción y la sorpresa fueron tan grandes, que me produjeron un ACV, y luego otros años de tratamiento y rehabilitación y aquí estoy, charlando con vos.
-¿Nunca más viste a tus hijos?
-Si, hace unos diez años, cuando me trajeron a este asilo, me hicieron firmar unos papeles para que ellos pudieran cobrar un dinero que el Estado destina a los minusválidos como yo.
-Bueno, es muy importante saber que se preocuparon mucho por vos, este lugar es muy bueno, limpio, iluminado, con buena atención.
¿Sabes Roberto?, yo soy de los tiempos en que las familias estaban completas, y los viejos morían en sus casas.
-Pero aquí estas bien Marcelo.
-Mis días son muy largos y mis noches muy tristes, no se, quizás la oscuridad no permite que los pensamientos se distraigan, entonces regresan los recuerdos, los momentos felices de la vida y también los momentos tristes, a veces me levanto de la cama y miro por la ventana, entonces trato de adivinar cual de esas estrellas me está esperando, cuando estaba en la otra habitación, que compartía con el Flaco Esteban, la vida se me pasaba muy rápido, entre los dos nos entreteníamos mucho, pero una mañana él no despertó, se fue y me trajeron aquí, a esperar en soledad.
-¿No les permiten tener televisor o radio?
-No, eso no, y lo peor fue cuando se llevaron la biblioteca, ya no tengo esos libros mágicos que me llevaban a lugares que nunca conoceré, ya no viviré esas historias y fantásticas aventuras que imaginaron esos seres tocados por la magia de la creación.
-No te preocupes Marcelo, desde mañana te cubriré con libros y también haré que te traigan el diario todos los días.
-Roberto, tu gesto es maravilloso, pero yo ya no puedo leer, veo muy poco y no distingo las cosas pequeñas.
-Entonces vendré a leerte algunos libros, pero ya no será todos los días, tengo muchas obligaciones, pero siempre encontraré el momento para visitarte.
El sacerdote miró el reloj:
-Bueno, ya es muy tarde, debo irme, he pasado momentos muy lindos en tu compañía Marcelo, ¿lloras mucho?-preguntó de pronto.
-No, o quizás si, pero mis ojos no derraman lágrimas, los náufragos de la vida tenemos los ojos secos.
-,-

Sentido homenaje a los ancianos olvidados, solos, abandonados en geriátricos, residencias, hogares, asilos, ancianos de ojos secos y mirar callado, que esperan en silencio el paso a la eternidad, al olvido definitivo, como aceptando un final nunca presentido.

TITO MUÑOZ

NOCHE MÁGICA

Ensayo: Si bien el desarrollo de esta historia se produce en un breve lapso de tiempo, decidí dividirla en dos partes, siendo la segunda la que contiene el desenlace de la misma.

NOCHE MÁGICA

Primera Parte

Por esos indescifrables caminos del destino, llegaste a mi vida una tarde, cuando el verano anunciaba su partida. Te miré indiferente, no eras linda, no me atraías. Te acomodaste en tu escritorio y sentí que tocabas mi brazo, te miré y extendías tu mano hacia mí:
-Hola, yo soy María.
-Yo soy Juan- respondí tomando tu pequeña mano, y reteniéndola la acerqué para mirarla.
-¿Qué pasa?, ¿Qué tiene mi mano?- preguntaste sorprendida.
-Nada, creo, solo miraba el tamaño de tus uñas.
-¿Mis uñas?- preguntaste intrigada.
-Si- respondí- es el arma de defensa de todas las mujeres.
Una sonrisa iluminó tu rostro:
-¿Alguna vez te rasguñaron?
-No, siempre tomo precauciones- respondí sonriendo.
Los días pasaban y siempre tenías algún tema de que hablar, o algo para contar. Así, me dijiste que tenías un novio que vivía en otra ciudad, que te visitaba cada cierto tiempo, me contabas de tus actividades, que estudiabas mecanografía etc. De a poco comenzó una amistad, cada vez mas profunda, me gustaba tu inteligencia, tu humor, la picardía de tus respuestas, y me acostumbré a tu presencia a mi lado.
El año terminó, llegaron las vacaciones, y pronto me olvidé de tu presencia, creo que solo una vez te vi por la ventanilla de un colectivo y nos saludamos.
Cuando el verano anunciaba su fin, regresamos al colegio, y nuevamente te sentaste a mi lado. Hubo alegría en el reencuentro, otra vez alguna pastilla de menta, historias de las vacaciones, y poco a poco un nuevo sentimiento fue surgiendo entre los dos.
Una tarde, subíamos las escaleras al primer piso, cuando de pronto, en un acto impensado, no planeado, me di vuelta, te tome entre mis brazos y te robé un beso. En ese momento tu vida estalló en mi vida, ya nada sería igual, te quedaste inmóvil, sorprendida, me mirabas en silencio, como preguntando muchas cosas que nunca dijiste. Continuamos nuestro camino, y luego regresamos al aula. Al finalizar el día, demoramos nuestra salida, aguardando a que todos se fueran, cuando el último salió, te acercaste a mí y antes de que hablaras volví a besarte. Luego llegaron las primeras citas, encuentros clandestinos en lugares solitarios. Curiosamente, nunca te pregunté como fue la escena cuando dejaste a tu novio, que hablaron, que sintieron, como así tampoco nunca te pregunté como se conocieron, ni como fue la historia, creo que no tenía demasiada importancia, ya nada se podría modificar.
Comenzamos una linda relación. Pronto sentí que no teníamos nada que ocultar, y decidí llegar hasta tu casa. No fue fácil, lo recuerdo, costó un poco de tiempo para que me aceptaran y pudiéramos comenzar a planear, a soñar, incluso a pensar como sería cuando fuéramos viejitos. Juramos luchar juntos hasta el fin, descubrimos los secretos del amor, y supimos que para lograr alguno de los objetivos soñados, debíamos partir, buscar un futuro juntos pero no en nuestra ciudad, allí no existían oportunidades.
Pasó el tiempo, y un día tuve que ausentarme. Fueron algunos meses que se hicieron interminables, pero un día pude regresar y corrí hasta tu casa, no podía soportar más tiempo sin verte. Me recibiste en la puerta, tu abrazo y tus besos fueron fríos, no encontré la reciprocidad que esperaba. De pronto me miraste, y me dijiste que este tiempo te había ayudado a reflexionar, que ya no era yo el hombre de sus sueños, que lo nuestro no debía continuar, ya no me querías y había una tercera persona entre los dos. La sorpresa dio paso al dolor, durante varios minutos permanecí en silencio, meditando tus palabras, te miré y te dije:
-Bien, hasta aquí llegamos- di media vuelta y me marché sin mirar atrás, el amor no se ruega, no se implora, no se impone, un día se termina y solo queda el recuerdo y el dolor para algunos, y alivio quizás para otros. Esa tarde naufragaron mis sueños de amor, mis ganas de amar y hasta el viento que impulsaba las velas de mi vida quedó en tu casa. No voy a negar mi sufrimiento, que de a ratos se transformaba en rabia, impotencia y otras veces rayaba en la desesperación, pero la vida continúa y te presenta otras oportunidades, aunque solo está en tus manos saber cual es para vos.
Pasaron los años, muchos años, y un día, gracias a los nuevos medios de comunicación, leo que por algunos días visitarías nuestra ciudad. Tuve ganas de verte, no pensaba encontrarme con vos, no sabía si podríamos hablar, pero igual viajé con la esperanza de mirarte de lejos, de ver como te habían tratado los años.
Caminé por la ciudad, visité restaurantes y confiterías, pero no pude verte, pensé que seguramente habías cambiado tu peinado, quizás algunos kilos de más modificaron tu fisonomía. Cansado ya de caminar, me detuve a mitad de una cuadra y encendí un cigarrillo. Mientras exhalaba el humo, pensaba en esa extraña sensación de soledad que a veces se siente, a pesar de estar rodeado de mucha gente, gente que no conozco y otros a quienes descubro, personas que fueron conocidos, amigos tal vez, pero intento no darme a conocer, no siento deseos de perder el tiempo en conversaciones que en este momento no me interesan. Cuando ya me daba por vencido, te vi aparecer, estabas lejos aún pero tu caminada es inconfundible, con un vestido floreado, estilo hindú, cartera al hombro, anteojos oscuros, avanzabas hacia mí. Mi corazón latía con fuerza, mi respiración era mas agitada, aún no me veías, pero pronto estarías muy cerca y sería inevitable el encuentro. De pronto giraste la cabeza, me miraste y te detuviste como buscando algo dentro de tu cartera. Volviste a mirarme mientras sacabas un teléfono celular. Atendiste una llamada, mientras yo avanzaba hacia vos. Guardaste el teléfono y viniste a mi encuentro. Sin pronunciar palabra alguna, nos fundimos en un abrazo interminable. Tu perfume embriagador, tu mejilla junto a mi mejilla, el calor de tu cuerpo pegado al mío sin mezquindades, mi corazón latiendo junto al tuyo, me hicieron perder la conciencia de los tiempos.
-Busquemos un lugar para sentarnos- fueron tus palabras.
-Si, claro- respondí y comenzamos a caminar.
Pronto encontramos un rincón adecuado, apartado de miradas indiscretas. Esperé a que te sentaras, pero giraste, te paraste frente a mí, y me pediste:
-Dame un beso.
Nos fundimos en un beso apasionado, interminable, sentido. Siempre pensé que el beso es la caricia mas sublime entre un hombre y una mujer. El fuego de tus labios ardientes se fundió en mi boca y perdí la noción del tiempo. Luego de un rato nos separamos, nos miramos a los ojos, y luego nos sentamos a conversar.
Las horas pasaron rápidamente, como si nunca nos hubiéramos separado, nos contamos nuestras vidas, las alegrías y tristezas, me hablaste de violaciones, golpes y malos tratos, pero también de la felicidad que traen los hijos y los nietos, de las luchas y fracasos. Dijiste no recordar el motivo que nos separó. Te conté de mis penas y alegrías, de una vida que ya pasó, de un futuro que me hubiese gustado programar, del tiempo que se fue.
De pronto miraste tu reloj, y sorprendida te paraste:
-Me voy- me dijiste- es muy tarde.
Me paré también y el beso de despedida fue diferente, tu perfume me envolvió cuando acaricié tu pelo, estreché tu cuerpo contra el mío, necesitaba sentir tu calor, tus formas, traté de grabar ese momento, de hacerlo eterno e inolvidable. Rato después te separaste, me dijiste chau o hasta siempre, no lo recuerdo, pero comenzaste a caminar rápidamente. Me quedé quieto mirando tu figura que se alejaba, no hubo planes ni promesas, solo una simple despedida. Al llegar a la esquina te detuviste, giraste y me miraste como queriendo decirme algo, yo quise gritar tu nombre, pero callaste y callamos los dos. Pronto desapareciste de mi vista, miré hacia todos lados y la calle estaba en silencio, los bares y confiterías habían cerrado sus puertas, comencé a caminar lentamente, repasando los momentos vividos y sentí que ésta, había sido una NOCHE MÁGICA.

TITO MUÑOZ

Nota: Del diálogo, relatado a continuación, se omitieron algunos párrafos a fin de evitar herir sensibilidades.

NOCHE MÁGICA

Segunda Parte

Encendí un cigarrillo y aspiré profundamente el humo, luego comencé a exhalarlo lentamente, mientras paseaba la mirada a mí alrededor. La ciudad estaba en silencio. Mágicamente todos se habían marchado. Los negocios estaban cerrados y no circulaban vehículos. Comencé a caminar por el centro de la calle, en dirección a donde había dejado mi automóvil. De pronto comenzó a llover, abrí los brazos como queriendo atrapar todas las gotas de la lluvia, y levanté mi cara hacia el cielo. El agua fresca me regresaba al mundo real. Continué caminando, disfrutando de poder hacerlo por la calle, cuando vi una luz encendida en las oficinas de “Médicos sin Frontera”. Me acerqué, la puerta estaba abierta y pude ver a un hombre joven, vestido con un blanco delantal, que miraba atentamente la pantalla de una computadora.
-Buenas noches- le dije sorprendiéndolo- ¿controlan la presión arterial?
Luego de un momento de reflexión, me preguntó:
-¿Vienes de alguna joda?, estás mojado, ¿Qué sientes?
-No nada, esta lloviendo, y esta noche tuve una experiencia muy bella y extraña, pensé que las emociones podrían afectarme, vi abierto y entré.
-Está bien, tomá asiento.
Se levantó y fue hasta una vitrina, de donde extrajo un extraño aparato, lo colocó en mi brazo, corrió una perilla, y solo comenzó a apretar, de pronto emitió un sonido:
-Ya está, catorce-diez tenés, un poco alta.
-No, esta bien, pensé que podría tener más, Dick Slater, ¿Tu nombre es inglés?, lo leo en tu chaqueta.
-Si, como la mayoría de los argentinos somos hijos de inmigrantes o nuestros abuelos lo fueron, ese es mi caso, mis abuelos fueron ingleses, pero, ¿Podés contarme de que se trata esa experiencia que mencionaste?
-Si, no hay problema- y comencé a relatarle lo vivido hacia unos instantes-.
-¿Querés un mate?- preguntó.
-No bebo nada sin alcohol- le respondí, causando risa en mi interlocutor, luego aclaré, te agradezco, pero no me gustan las cosas con alta temperatura, ya sea mate, café o una comida.
-Está bien, continúa.
En pocos minutos terminé con mi relato.
-¿Tuvieron sexo?
-No, ella lo propuso pero yo no acepté.
-¿Cuál crees que será el mejor de los recuerdos de esta noche?
-Los besos, sin lugar a dudas, disfruté de sus besos, me transportaron a un lugar especial, un lugar que no sabría describir, pero si el paraíso existe, me transportaron allí.
-La verdad es que me lo cuentas como si fuera un episodio de Déja Vu.
-Es posible, no lo sé, pero cuéntame algo de tu trabajo, cuando entré vi que prestabas mucha atención a la pantalla de la computadora.
-Mi trabajo, mira amigo, mi trabajo es muy complicado, juegas con la vida y la muerte permanentemente, ves cosas horrorosas, cosas que jamás podrían pasar por tu imaginación, ¿quieres ver algunas?
-No no, alcancé a ver algo y no es el momento para borrar las cosas lindas que me han pasado. ¿Arriesgas tu vida ejerciendo la profesión?
-Seguramente, aunque yo no estoy en los frentes de combate, pero si el enemigo llega adonde estoy, y me ven atendiendo a sus contrincantes, seguramente que pueden matarte, ocurrió muchas veces. Hace catorce años que trabajo en Médicos sin Fronteras, he recorrido muchos lugares de nuestro país y del mundo, en este momento estoy tratando de reencontrarme con la paz interior para volver al trabajo.
-La mayor parte de los conflictos son por problemas raciales o religiosos, ¿verdad?
-Mira, el ser humano es la criatura mas imperfecta del universo, desde su aparición sobre la tierra, tuvo la suerte de desarrollar la inteligencia, y con ella dominar y prevalecer sobre las demás especies, pero es sumamente agresivo, insensible y estúpido, tiene necesidad de creer en algo, para dar una explicación a lo que no conoce o no puede comprender. La mayoría se dicen religiosos, pero sin ir mas lejos, en algunas religiones, cuando necesitan un milagro o ayuda, se dirigen a un intermediario, un santo, no a Dios, claro a Dios no lo conocen, conocen a su hijo, y parece que está demasiado ocupado para atenderlos. Esto de los santos, se fue perfeccionando de tal modo, que ahora cada uno de ellos tiene una especialidad, algunos consiguen trabajo, otros salud, algún otro una novia, etc., la gente lleva colgando alguna imagen o artefacto para que los proteja de todos los males, también son capaces, por ejemplo, de adorar a una cantante que murió en un accidente, a una mujer que murió y cuyo bebé siguió amamantándose y salvó su vida, a gauchos rebeldes, ladrones y asesinos, que robaban a los ricos para ayudar a los pobres, y si miras televisión tarde por las noches, podrás ver y escuchar a “pastores” pronunciar discursos grandilocuentes, son los conocedores de todos tus males, poseen todas las soluciones, lo mismo que pasa aquí, ocurre en todo el mundo, hay miles de personas que viven sin trabajar, mantenidos por gente que sufre, que sueña, en fin, podríamos hablar toda la noche de las cosas raras que hacen los seres humanos.
-Pero las religiones son necesarias, significan una esperanza, la posibilidad de una ayuda que no vislumbran por los medios a su alcance, debe ser proporcionada por alguien que posee poderes sobrenaturales. Por mas que en nuestra opinión, muchos vivos se aprovechan de la desesperación de los que sufren, es la ilusión de una protección, de un socorro, de una ayuda, lo que mantiene la fuerza que necesitan para continuar luchando, contra lo que la razón les muestra como algo imposible de lograr, incluso, sin esperanza, mucha gente se quitaría la vida.
-Así es, es una lucha entre el razonamiento y la fantasía, pero siempre tras de una esperanza, existe la ilusión de que alguien escuchará sus ruegos y los hará realidad. Otras guerras se producen por la necesidad de poder, fijáte que en muchos países que se dicen democráticos, asume un nuevo gobierno, y de inmediato aparece alguien que cree poseer mejores cualidades o habilidades que el recientemente elegido, entonces comienzan a luchar para derrocarlo e imponer sus ideas, que por lo general son catastróficas. Pero lo peor que sucede en el mundo, es la degradación de la mujer, la mujer y los niños son los puntos débiles de la humanidad. La mujer, en algunas culturas es solo un objeto sexual o una esclava, también a los niños los consideran como algo descartable, es un espanto todo lo que puedes ver en algunos países, fíjate que en algunas culturas, a los asesinos que se inmolan para matar a gente inocente, terroristas, lo hacen con la promesa de que serán recompensados con una vida celestial, rodeados de mujeres vírgenes
-¿Qué es lo que te lleva a vivir una vida así, tan sacrificada?
-Servicio, amigo, servicio, no puedes pasar por la vida sin ayudar a quien te necesita, hace unos días leía en internet, que deberían existir hospitales gratuitos para las mascotas, puedes creer semejante estupidez, no hay Hospitales infantiles, no hay Hospitales Geriátricos, la medicina es altamente deficiente y cara, y solo está al alcance de los que tienen dinero, pero piden un Hospital para Mascotas.
-¿Sabes?, tus palabras me recuerdan a los versos de Serrat, esos que dicen “Caminante no hay camino”.
-Si, me encantan, ¿sabes los versos?
-No, no los recuerdo, solo algunos párrafos.
-Bueno, vamos a hacer algo, comencemos con esa frase y luego escribimos lo que sentimos, ¿te parece?
-Si, me entusiasma, adelante, comencemos:
“CAMINANTE NO HAY CAMINO
SE HACE CAMINO AL ANDAR
PERO SI UN DÍA
AL VOLVER LA VISTA ATRÁS
NO PUEDES VER TUS HUELLAS
MARCADAS EN LA ARENA,
ES PORQUE
LA VIDA NO ES SOLO CAMINAR
LA VIDA ES SERVICIO,
ASISTIR A QUIEN LO NECESITA
ES HONRAR LA VIDA,
Y CUANDO SIRVAS, VERÁS QUE
ALGUNA HUELLA QUEDARÁ
ENTONCES PODRÁS DECIR
QUE TUVO SENTIDO TU ANDAR.
-Quedó muy bueno, me encantó, pasámelo, pero te hago una pregunta, ¿lo que viviste esta noche, como crees que afectará tu vida?
-No lo se, pero no creo que me afecte demasiado, es como un sueño, como si no hubiera pasado, como un sueño hecho realidad, pero del que no quedaron pruebas, no se como explicártelo, la vida a veces parece un sueño, una ilusión. pero ésta, fue “UNA NOCHE MÁGICA”
TITO MUÑOZ

CRUZANDO LOS LÍMITES

Ficción
Fue una siesta cualquiera. La noticia se perdió entre tantas parecidas, que cotidianamente llenan las páginas de los diarios. Los vecinos salieron a la calle a pedir justicia, pero ésta nunca llegó. El tiempo rápidamente hizo su trabajo, se llevó a los padres de mi esposa y se encargó de la salud de mi padre, él nunca se recuperó, su mente quedó dañada por los golpes del o los delincuentes, que ingresaron a mi casa y violaron y mataron a mi mujer, embarazada de siete meses, delante de mi padre atado a una silla, y luego de golpearlo ferozmente se marcharon como fantasmas maléficos, perdiéndose en los laberínticos recovecos de la ciudad. Nadie vio ni escuchó nada. Yo, como siempre a esa hora, estaba en mi trabajo cuando recibí la noticia. Carlos, mi amigo de la infancia me abrazó, trató de infundirme valor para poder soportar el dolor. Aún recuerdo nítidamente el dolor mezclado con odio y rencor, las ansias, la sed de venganza que no me permitía descansar. Nunca pude comprender lo que ocurrió, muchas veces me pregunté ¿Por qué a mí? Y siempre me llegó la misma respuesta: ¡por que a mí no! Jamás había odiado a nadie, jamás cause daño a alguien, éramos una familia normal, llena de sueños e ilusiones, pronto llegaría nuestro primer hijo, ya todo estaba preparado, su habitación, cuna, ropa, juguetes…y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, todo se fue para siempre. Alguien me dijo: tienes que aceptar la vida como viene, es el destino, ya está marcado. No estoy de acuerdo respondí, no puede ser todo tan fácil o tan difícil, la vida no puede tratarse solamente del transitar por ella como si fuéramos sobre rieles, no amigo, la vida es otra cosa, es la sorpresa de vivir cada día, es el despertar y respirar el aire puro de la mañana, vivir, sentir, amar, la vida no puede ser tan aburrida como dices. Otros me dijeron: tienes que rehacer tu vida, pero… ¿que significa eso?, ¿que es rehacer la vida?, ¿como se hace?, para ello debería olvidar o al menos borrar de mis diarios pensamientos, el recuerdo de los seres que amé y que ya no están. Yo siempre me sentí preparado para trabajar, para luchar y ganar lo que tengo con mi esfuerzo, pero no estaba preparado para perder. Recuerdo el día en que María Inés, mi primera novia, regresó, pasamos muchas horas hablando, ella me contenía, y un día me propuso formar una nueva familia, pero yo le dije:
– Querida amiga, yo ya no soy el mismo- ella me miró en silencio, y como queriendo grabar en mi mente sus palabras me dijo:
– Pero serás el único.
Durante mucho tiempo medité sobre esa respuesta, podría haberle preguntado que quiso decir con eso, pero luego llegué a la conclusión de que no me interesaba, no quería saber más.
A veces tengo miedo, miedo a morir y dejar solo a mi padre, el pobre no puede valerse por si mismo, no habla, camina tambaleándose y a veces ni siquiera sé si entiende lo que digo, lo que hago, aunque siempre insiste, cuando menciono el siniestro día en que ocurrieron los hechos, en señalar con un dedo como si quisiera decirme que fue uno solo, un solo delincuente el que destruyó mi vida, y siempre que puede, toma un cuchillo y se encamina hacia la calle, con gesto agresivo, como buscando a alguien que solo él conoce. En algunas oportunidades los vecinos lo trajeron de regreso, por suerte, cuando yo no estoy, un enfermero lo cuida e impide que se vaya. Pobre mi padre, se que él sufre mas que yo, le tocó presenciar el ataque a nuestra familia, y no pudo hacer nada para impedirlo. Lo contemplo desgastado, viejo, enfermo, sentado, con la mirada perdida y la mente navegando, quien sabe en que mar de recuerdos, y quisiera conocer su pensamiento, quisiera saber de su angustia, del dolor que imagino tortura su mente, pero solo puedo acompañar su silencio y tratar de que sus días transcurran igual que los míos, en una rutina melancólica y previsible.
Los viernes por la noche, me visitan algunos amigos, y compartimos la cena y largas charlas que se extienden hasta la madrugada. Pero el último viernes, Carlos, casi un hermano para mi, mi mejor amigo, compañero de toda mi vida, me dio la tremenda noticia, había descubierto al autor de la muerte de mi esposa.
Una noche, en un bar ubicado a dos cuadras de mi casa, Ignacio Quinteros, mi vecino, luego de emborracharse como era su costumbre, contó a sus amigos detalles de la violación y asesinato que cometió hacía diez años atrás, y para demostrar que no mentía, mostró la cadenita con una cruz que mi esposa lucía el día del ataque. Alguien pensó en denunciarlo a la policía, pero finalmente nadie tomo ninguna medida, quedó como una anécdota más de un grupo de alcohólicos.
La noticia me impactó terriblemente, el dolor, la sed de venganza afloraron con fuerza incontenible, la furia nubló mi razonamiento y mi primer impulso fue el de buscar un arma y acabar con la vida de quién destruyó la mía. Mis amigos me tranquilizaron y me ayudaron a razonar, las cosas debían hacerse con cuidado, el apresuramiento solo me llevaría a la cárcel, y yo debía velar por mi padre desvalido. Alguien propuso pagar a un sicario para que se encargara de la tarea, pero yo les expliqué que eso seria lo mas fácil para él, no para mí, yo deseaba sentir su sangre caliente en mis manos, quería mirar el terror en sus ojos ante la muerte que se aproximaba, quizás, el mismo terror de la última mirada de mi mujer, les pedí que me ayudaran a planificar el ataque, y todos de acuerdo nos juramentamos en llevarlo a cabo, tomando todas las precauciones.
Ahora comprendía la razón que impulsaba a mi padre, a tomar un cuchillo y tratar de escapar de la casa, dirigiéndose siempre hacia el mismo lado, él conocía al asesino y quería vengarse, pobre viejo, tal vez ese sea al motivo de su vida, y por allí desvaríen sus pensamientos.
Mis amigos, cuando conocieron la noticia, en un principio, pensaron en realizar ellos la tarea, y habían efectuado el trabajo de inteligencia, estudiando los movimientos de Quinteros y hasta habían elegido y preparado el lugar para el ataque. El hombre, tres veces por semana concurría al bar “Trípoli”, y bebía hasta aproximadamente las tres de la madrugada, hora en que el personal avisaba a los parroquianos, que necesitaban limpiar el local para poder regresar a sus hogares, entonces el salía, y tambaleándose se dirigía caminando a su casa.
Carlos, junto a José, habían elegido un espacio entre dos viviendas, en lugar poco iluminado, aquí cerca, a solo dos casas de donde vivo, era un espacio muy estrecho y oscuro, y lo mejor, me permitía regresar rápidamente a mi casa, habían observado que Quinteros, cuando pasaba por ese lugar, se distraía, comenzaba a revisar sus bolsillos en búsqueda de la llave de su vivienda, que quedaba a muy corta distancia.
Mi vida se había modificado, no podía pensar en otra cosa que no fuera la venganza, creo que hasta mi padre había advertido que algo estaba ocurriendo. Por primera vez en muchos años, me sorprendí silbando una canción.
Esa tarde llamé a Carlos, mi amigo, y le conté que ya estaba decidido, sería esa noche.
Carlos vino esa tarde a mi casa, y entre los dos repasamos el plan, tratando de no dejar cabos sueltos, nada que pudiera incriminarme. Me pidió que no le llamara, que no utilizara el teléfono, que el vendría al otro día, como a traerme algo y yo le contaría, y que hiciera las cosas con calma, a esa hora la policía no patrulla este barrio que es muy tranquilo.
Esa noche, como es su costumbre, mi padre se durmió temprano y yo no encontraba programa que me gustara en la televisión, cambiaba de canal constantemente, mientras revisaba cada tanto el cuchillo que había elegido. A las dos de la mañana, no pude más con mi ansiedad y salí de la casa, no se veía a nadie por ningún lado, igualmente esperé varios minutos antes de dirigirme al escondite, rápidamente me introduje en él y me dispuse a esperar. El tiempo pasaba lentamente, hasta que de pronto, me sorprendió escuchar los pasos de la claudicante caminada de mi vecino. El corazón comenzó a latirme rápidamente y me bañé en transpiración. A medida que escuchaba se acercaba, comencé a temblar, por momentos no podía sostener el cuchillo. De pronto, Quinteros estuvo a mi lado, pude sentir el olor rancio y picante de su transpiración, y tuve miedo, una sensación de terror que nunca había experimentado, no me podía mover, lo vi pasar muy cerca de mí, y no pude reaccionar.
Pasó mucho tiempo hasta que me animara a salir del escondite y regresar a mi casa. Me sentía tan débil que mis piernas apenas podían sostenerme. Entré a la casa y me dejé caer sobre mi cama, quedando profundamente dormido.
Cerca del mediodía, me despertó el insistente sonido del timbre. Era Carlos.
-¿Y que pasó?- me preguntó ansioso.
Lo abrace y le dije:
-No pude hermano, no pude, me cagué.- y rompí a llorar.
-No te preocupes, lo que pasa es que nosotros no somos delincuentes, no podemos hacer lo mismo que ellos, ahora descansa, a la noche vengo con los muchachos y ya veremos como lo eliminamos.
Me dio un nuevo abrazo y se marchó.
Esa noche llegaron temprano, mi padre aún estaba despierto. Pasamos al quincho y nos sentamos a conversar.
-Muchachos, lo estuve pensando, necesito droga, la mayoría de los delincuentes proceden drogados.
-Las drogas no te dan valor Juan, las drogas lo que hacen es evitar que pienses, una vez que te drogas, dejas de pensar, ya no analizas consecuencias, no mides tus actos, te conviertes en una especie de zombi, ya no hay alegría ni dolor, entras en una especie de nube de pedos, como suele decir José.
-Vos crees entonces que la droga no me puede ayudar.
-Posiblemente si, no sentirás miedo, pero no será porque te volviste valiente, sino porque dejas de razonar.
-¿Dónde puedo conseguir, y quien sabe que es lo mas aconsejable?
-Yo te consigo- dijo Mario- se vende por todos lados, pero debes tener bien presente que una vez que ingresas en ese mundo, ya no podrás salir.
-No importa, y no te lo pido por favor, te lo imploro, conseguime algo y muy pronto, si es posible para mañana.
-Está bien, mañana te traigo, pero debes probarla por algunos días, porque al principio seguramente te dormirá.
Al día siguiente vino Mario y traía una bolsita con un polvo blanco y un sorbete:
-Tomá, tenés que poner un poquito sobre la mesa y aspirarla con esta pajita por la nariz, por las dudas hacélo acostado, al menos por esta primera vez, luego te podrás ir manejando de acuerdo a como reacciona tu organismo.
Seguí los consejos de Mario y comencé a drogarme. Un sentimiento de euforia me invadía, sentía que el mundo se rendía a mis pies, que todo lo podía, estaba feliz. Habían transcurrido diez días, y yo consideraba que el momento había llegado. Desde un teléfono público llamé a Carlos a su trabajo y le di la noticia, esa noche él estaba de turno en la Estación de Servicio y no podía venir a verme, pero me deseó la mejor de las suertes y prometió visitarme a la salida de su trabajo.
Esa noche, Papá se durmió más temprano que de costumbre, entonces con tranquilidad me cambié la ropa y las zapatillas, busqué el destornillador que había preparado, de gran tamaño y con un mango ergonómico que se adaptaba perfectamente a mi mano, aspiré un poco del “polvo mágico”, y me senté a esperar que llegara la hora. En estos días, había ensayado durante varias horas, el modo en que le daría los puntazos, sentía que todos los detalles habían sido cuidadosamente calculados y estaba eufórico. A las dos, igual que la vez anterior, salí de la casa y dejé la puerta apenas abierta, por si necesitaba entrar de prisa, miré hacia todos lados y no vi a nadie, entonces caminé rápidamente, pegado a la pared, hasta el lugar en donde esperaría a la víctima. La impaciencia me torturaba, muchos pensamientos se cruzaban por mi mente, entre ellos la posibilidad de que justamente hoy, Quinteros no hubiera ido al bar. En eso estaba, cuando comencé a escuchar el sonido de los pasos que esperaba, me asomé un instante y lo vi acercarse tomándose de las paredes. Hoy bebió más de lo acostumbrado, pensé. Esperé pacientemente, y en el momento oportuno, salí de un salto, me paré frente a él, con el brazo izquierdo lo empujé contra la pared, mientras penetraba su cuerpo varias veces con el destornillador. Un líquido caliente y viscoso corría por mi mano, escuchaba sus quejidos apagados y su desesperada respiración buscando el oxigeno que se le negaba, había llegado el momento de mirarlo a los ojos y ver el terror de la muerte reflejado en ellos. Un cuchillo cayó de su mano, y escuché mi voz, como si fuera la de otra persona, en un grito desgarrador: ¡PAPÁ! ¿POR QUÉ SALISTE DE LA CASA?

TITO MUÑOZ